La Gran Comisión (Parte 1)

¿Qué puedo hacer para que esta persona que tanto quiero sea creyente? ¿Qué puedo hacer para que mis familiares, amigos, vecinos no creyentes sean salvos?

Estas preguntas no dejan de rondar mi mente, o mejor dicho, mi corazón. ¿Qué puedo hacer?

Me viene a la mente la leyenda que cuenta como hace unos 2.500 años hubo un hombre que sí supo qué hacer para salvar a las mujeres y niños de su ciudad, Atenas, para salvarlos de una muerte física segura. Este hombre se llamaba Filípides.

Los griegos se enfrentaban en guerra contra los persas, en la llanura de Maratón. Los persas dijeron a los griego que tras vencerlos en la batalla irían a Atenas para asesinar a todos sus niños. Ante esta amenaza, los griegos advirtieron a sus mujeres, que si no recibían la noticia de la victoria griega antes de 24 horas, coincidiendo con la puesta del sol, serían ellas mismas quienes matarían a sus hijos y se suicidarían a continuación.

Los griegos vencieron la batalla, pero les llevó más tiempo del esperado, así que corrían el riego de que sus mujeres, ejecutasen el plan ideado y matasen a sus niños y se suicidasen después. El general ateniense decidió enviar al mensajero con la noticia de la victoria Atenas, el elegido fue FILÍPIDES.

Tanto empeño puso en llegar que después de recorrer los 40km (aproximados) entre el lugar de la batalla y Atenas, después de haber luchado en la batalla todo el día, llegó agotado, cayó y antes de morir sólo pudo decir una palabra: "Niké" "Victoria".

Esta leyenda me hace pensar en cómo la Biblia nos muestra que cada creyente también somos mensajeros como Filípides, y si no somos mensajeros fieles estamos desobedeciendo a Dios, ¿sabes por qué?

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